OCIO CREATIVO. Entrando a la imaginación

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Por Jaime Guzmán. Especial para playnoticias

Y al fin, después de tantos libertinos mundos imaginarios que tuve que cargar en mi espalda maltratada, no descansé hasta atravesar físicamente ese inhabitable lugar inolvidable, por el que sentía cierto temor, como el visitar de un sueño nocturno alguna vez deseado aunque al amanecer y en una cama vacía y desordenado el cuarto, la conversación muy interesante entre el invisible señor Morfeo y yo, acababa.
Pasaban los segundos… Los minutos… Las horas… Y descubría ahora que esas sensaciones jamás vistas y sentir emociones muy fuertes, dudo que volvieran como ayer. Mientras me despertaba y me avisaba el grueso sudor que decoraba con brillantes gotas mi frente, al terminar de llegar y por primera vez pisar con inconformidad, donde habitaba la diosa quimera, de abstractos paisajes del Caribe, que eran símiles ante los anticonvencionales individuales cuadros de Alejandro Obregón y alrededor del paisaje, una desolación infinita; un lugar conocido por muchos como un pasatiempo donde reposaba la perturbada mente, donde más bien sentado se encontraba en una silla marrón el recuerdo, a la espera del anhelo para fabricar un presente más seguro, por medio de conversaciones corporales, como una especie de taberna platónica, y representar las ideas, en ser como aquellos desamparados mimos mal maquillados, en esos parques y calles de la ciudad de Barranquilla que fabrican risas efímeras y distraer a los chicos. Sin más rodeo después de tantas vueltas que daba sin afán y sin sentido descendí a la gran nación del Olvido. Sin embargo, unos segundos antes de sumergirme veía la realidad un poco vidriosa al analizar Las palmeras como danzaban con el húmedo sol y fuerte, de invierno con esa pasajera pero fresca brisa marina que me inducía ahora si, a esa soberanía indescriptible de aquella selva virgen, quizás después de mi muerte podría repasar lo que fue mi vida allí, pero lo cierto es que alcancé con cierta alegría irónica, la virtud de conocer este mundo o nación del Olvido.
Al pasar las horas, sentí una sensación extraordinaria al tocar las puertas de la quimera, con los abiertos ojos y ausentes de todo escenarios existentes por lagañas de gusanos, que bien enrojecían mis pupilas por sus babosos venenos que alteraban más fuerte mi alergia, de poder existir, pero avivando mi ser neurótico y delirar, por muchas drogas que tomaba al ser un hombre, un poco hipocondriaco que me inducían de algún modo con

cierta provocación, a divisar en un instante y acariciar aquella sombra de forma increíble; y bien, palpaba esa imagen cómica que me expresaba teatralmente la tragedia del final encuentro quimérico más idealizado de mi días, esfumándose muy rápida como pompas de jabón, que desaparecía en lo alto de un espacio vacío, sin decir por qué ni para donde partía. Entonces para poder buscar de nuevo esa inconforme utopía, y muy meticulosamente, tuve que emerger por inspiración dentro de la curiosa sombra, al entrar en el conversador y blanco hospitalario de mis cuatro paredes en uno de los cuarto de la cabaña y saboreando muy largo el amargo silencio, que hacia grietas profundas y grises, aquella pared donde algo de otro mundo saldría nieve de cementos fríos y me hacía tener más curiosidad por entrar.
Escarbando con intensidad pude de manera muy cuidadosa, llegar. Al instante y como cosa no extraña, hablaba solo como un loco, quizás por el estrago de un líquido bien perfumado, que inhaló mi nariz no adrede. Algo risueño por nervio me rascaba también el cabello con la mano alzada, y sin nada que perder, buscaba el poder de lo que una vez fue importante en ese instante de mi vida, cuando a ELLA la encontré después de esperarla con roja ansiedad, al escudriñar en ese paredón, pero con alucinantes aspiraciones y lo más cierto es que estaba consciente que ELLA sabía quién era yo… Sin embargo buscaba la manera de volver a unir ese instante lazo invisible e infinito que nos unió, por medio de aquella palabra que solo hoy se desdibujaba en este presente, pero no la hallaba ni siquiera en la roja hamaca atravesada en el medio de ese recinto, menos en el pocillo de café ya tomado con ciertas dosis de añoranza e igual con una botella de licor, donde un día de muchas inspiraciones declamaba con toda adrenalina; seguro se encontraba en la cueva de forma horizontal y algo angosta, donde solo cabría ELLA y las circunstancias que me rodeaban en su vida. Al rato, se mantenía intacto ese extraño lugar lleno de escombros, elementos de un pasado como tizas, libros, juegos de videos, mamones, mecedores, balones, maquina de tejer, telas de diferentes colores recortadas por doquier, barajas, flores marchitas, cenicero y colillas de cigarrillos. Sorprendente todo se mantenía inmune por un buen estado y además era como un espacio sin tiempo acelerado. Al igual

que la paredilla, era color crema antigüedad, pintada alguna vez, por la melancolía; y esa palabra que aun no la descubría mis ojos, y el resto de sentidos, en aquel bello recinto, era de lo más purificante, era una especie de idea un poco filosófica que más que unir una trascendental historia en el hombre con su existencia, era un objeto visible y se adquiría
Por la confianza de sí mismo y la armonía con ella cuando la conocí sin más detalles grité: Nada!!!
-Tú, inolvidable palabra me descifrabas el comienzo de muchos porvenires que había que atravesar así fuese de manera heroica, porque sin querer así como había vuelto a mí ELLA así también se iba como algo fantasmal. Consciente o no, y algo dudoso… pero lo cierto es que ya estaba empecinado, en que no a ibas volver jamás.
Tú, que solo a través de químicos alucinantes, engañas hasta mis recuerdos imbéciles, de un pasado presente, eres mi verídica existencia y solo puedo encontrarte en el rincón de aquellas fotografías esparcidas sobre el lugar, de imágenes cuando éramos cándidos infantes… cuadros abstractos de diversos sentimientos regados de colores en diferentes matices, hojas y más hojas, con lapiceros, donde el destino escribía su nombre, con poemas alegóricos de un tiempo especial, y esculturas fragmentadas donde se invocaban a los dioses por aquel amor u honor como aquellos inmortales héroes que solamente lo sabían accionar ante los designios de estos seres superiores; solo así te podría encontrar, a través del arte, a través de la misma vida, que actúa sin rencor.
Allí a medida que caminaba en esa cueva, mire trozos fragmentados y escondidos en alguna gaveta, esculturas en mármol que recogía con mis manos, hacía que en su inerte espíritu de las figuras en piedras como algo mágico se consolidara y recobrara vida en mi; y fueron mis camaradas e intimas ideas, me ayudaban a hacer gesticular mi cuerpo con diferentes expresiones dramáticas, para canalizar estados catárticos, mientras no le pasaba desapercibido a la enamorada soledad, al actuar como esos personajes griegos, junto a la sombra y el amargo silencio que andaba muy serio y muy crítico, incitándome

Continuamente en la práctica del drama, y exaltar o exhortar cualquier dios o circunstancia adversa.
Agradecido por eso habría encontrado de algún modo quietud, en la morada de mi imaginación después de batallar en todos esos mitos o historias imaginarias y que hoy se transformaba en hechos legendarios al acabarlos con ademanes un poco apasionados, y que naufragaba sobre ese hondo vacío de la cueva, lo que era una vez más divagar mi aventurera existencia, al igual que bebía de los trovadores, notas musicales de jazz o insoportables operas que se traducían en mis discursos poéticos, ante los gobernantes, que enardecían mi libertino inconsciente, y el fuego de musas, que aun incendiaba en aguas heladas de mi fluidez verbal que inventaban un fresco verde, el estado en que se encontraba mi alma y esta a su vez me forjaba ser no un hombre práctico, sino muy idealizador al caminar muy despacio, mientras cantaba “”Yo no quiero volverme tan loco”” de Charly García y bueno también era algo romántico, por la vida.
Ésta dramática existencia del inconsciente onírico no era más que un laberinto impredecible. Por lo tanto, no dejaba de desahogarme, en estar sumergido dentro del color blanco, donde escuchaba su voz, y mi alma con premura se liberaba de mi piel, que empezaba a vagar entre el presente de una cálida orilla en el mar y el horizonte inclinándose hacia la izquierda, no sé porque sería, tal vez por el poema jamás recitado, que expresaba de manera obstinada donde lo decía todo al igual que nada, como pasar del lo sublime, a lo más bajo. Mientras mi ánima arremetería en buscarla a ELLA, con su voz transparente y muda de códigos literarios llegaba hacia el mar y mojaba con olor a cenizas, la quimera que ya no estaba muy lozana pero al sentir la presencia de ELLA, en esa inmensidad, sentía felicidad al llegar y tocar el océano que representaba el cuerpo de lo que fue Ella expresándose también en su profundidad.

Al parecer en el mar, la desolación era directora de una orquesta de ensordecedores vientos fuertes del Caribe, acompañada de garzas de blanco y negro color y de invisibles paticas, donde se llamaban unas con otras, por lo que pasaba mi alma inadvertida ante ellas y así me arrastrarían más al nudo del mundo del Olvido. Era muy complicado, volver a otras cosas, pues era difícil pisotear el complejo que a mi mente gobernaba, y asesinar al
Sentimiento no lo dudaría, sin embargo cruce todo el extenso cuerpo del Olvido, cargado de apocalípticas y caóticas fantasías. Lo primero que sentí, fue a la ilusión cansada de vigilar al amor que cantaba con la música que la acompañaba y la pasión que miraba con cierto celo a la quimera que escuchaba y cavilaba, en aquel monte verde, donde llovería asteriscos fortísimo, junto a un coro de diferentes recuerdos, y el momento, preso en un calabozo me gritaba ya muy afónico despierta, despierta!!!
Había también gusanos exóticos que se camuflaban entre las coquetas y altivas flores de diferentes colores tornasolados. Estas mismas, se burlaban con sus sonrisas de maracas, del momento, Cóndores cuidando la armonía de la nubes pintorescas del cielo, Mariposas vagando por el aire fugaz, y libélulas en forma de rombo, hacían penetrar y lastimar cada vez más con su punta, mi alma que cantaba junto al momento un dúo lírico pero de elegía; Guacamayas enzorrando y loros, aprendiendo a hacer locutora de esta historia, al no terminar de hablar jamás con el eco y peligrosas culebras enroscadas en diferentes arboles, a la espera de cualquier inocente conejo; ni se diga de los murciélagos, esperando ya la noche para salir al palo de Níspero, y aprovechar el jugoso fruto, mientras arlequines que intentaban mejorar la situación con sus cantos se asomaron pero se fueron. Se iba decolorando ya la tarde y camuflándose en el verde monte, aparecían luciérnagas. Ya en la mitad de la noche, otra vez sobresalía en un instante la manipulación, vestida de bufón y remendando a mi alma. me enamoraba entonces con presencias de las mismas luciérnagas, pero esta vez en forma de notas musicales y muy rítmicas en los montes alumbrando el canto de mi alma, y extasiaba al duelo disfrazado de duende fantasmal, mientras decoraban las avispas y abejas a mi alma que se enardecía, por no

poder recitar sino musitar con un ritmo español aquellos cantos de J. M. Serrat, y también pero sin música letras de canciones de Silvio Rodríguez, un numen atípico, a ELLA, que nunca había visto este encuentro y el bajo de la música era dinámico y alegre guitarras con acompañamientos de castañuelas, gracias a los cangrejos azules y otros rojos en la orilla de la playa, escondidos entre palos y troncos del mar.
Minutos pasaron y huía el intenso dolor y reaparecía ya en todo su esplendor el encopetado y surreal, delirio, que para jactarse de tanta belleza extraña, bailaba con esa orquesta nocturna y de invierno, por las ranas, aunque antes una orquesta de apertura de grillos, presagiaban con sus sones, los fuertes asteriscos que pronto a la tierra, sensible clavarían entre los meses de mayo y junio.
Y aun anclada mi alma en ese extravagante lugar, donde me perdía camino al mar, la carretera desvestida y llena de huecos y piedras china sin realizar edificaciones, adentraba mucho más en ese pantano mi alma, en busca de Ella por lo que encender debía hacerlo con la lucha, que de antorcha vestía, pero sumergió en el futuro inexistente y dejo llevarse aun más por el rebelde presente de un ahora, que era muy excéntrico aunque inesperado, sin saber auxiliarse de la esperanza que era atea ante cualquier creyente. Ella, de seguro, fue a parar en aquellos barros y charcos del lugar, por la poca importancia que le daban.
Y las luces inquietas de los insectos que estaban entre el pantano, disminuían su brillo por los muchos arboles que habían entre esos de mango, guayaba, ciruela y mamón, donde dormían gallinas y gallos, y otros árboles muy poco vistos como de maracuyá y matas de patilla, Entre otros. Y me inyectaba no la luna que salió de farra con el sol sino la adúltera Noche con su soplo frio en la madrugada, me evocaba unos lamentos y placeres, cantando Filosofía barata y zapatos de Goma y en forma de métrica con cierto sabor a ironías y a miel amarga ya no tan espesa.
Así evidenciaba que el rostro de mi alma se inundaba de bella naturaleza, al oler a entorno virgen, y entre peculiares sobresalían como el de fango a mosquitos y sarapicos. Y mi alma

se enredaba entre telarañas con lo que después se arrastraba al barro y se caía por muy torpe en las ramas de esos árboles que le bailaban por lo muy mareada en que se encontraba. Sin duda estaba en la revolución del forjamiento de una quimera, al abrir los sentidos de una manera muy aguda, en ese instante. Mientras esperé que una voz dentro de mi alma gritara y creara una brecha por aquel fogaje caribeño en mitad de un monte obscuro. Por arte de la nada, la esperanza sin rencores hacia mí, empezó a regar el lugar con fuertes asteriscos y divisar el camino, y yo ya algo medio despierto, veía como se abría
la grieta de la pared, por donde me habría introducido, que por cierto muy dentro de ella se reflejaba varios fulgores de luz, al parecer era un sol, pero mentira, era una especie del inquieto cansancio que sentía, y me hacía ver cosas extrañas como si tuviera mucha obsesión de volver a la nada, de donde ya venía.
Desperté, y si era el sol en su gran bostezo, de un hermosa aurora que se desataba ante las cargadas nubes del invierno y me alumbró el camino que no era más que una trocha de arena, piedras por montón, calabazos rotos, zanjas a los lados y matas con espinas. Y rumbo hacia allá, casas en ruinas, perros que saldrían a ladrar, con seguridad, pensé que Seguro que ahí habitaba, nuestra quimera; mientas la soledad, seguía enamorada de mi con ese silencio perenne, en esos lugares que me condujeron a aquella nación.
Ya desde lejos sentía su enérgica presencia y mi alma, recobraría más fortaleza al entrar otra vez en mí. Por lo tanto asimilaba ya un poco mejor, la realidad, cuando observaba gallinas que comían lombrices, gallos que cantaban por todo ese arenero esta mañana, asnos que rebuznaban tediosos por comer el poco gramado ya amarillo y verdoso, que había en la zona y además por estar amarrado a un árbol muy poco frondoso y un ganado en busca de mejor vida, al igual y con hambruna por trasnocho del día anterior, los gatos bajaban de un pobre techo ya roto de una casa, que también era una tienda y después divisar en la esquina, el camino amplio como una sonrisa me avisaba el prospero regreso al bello lugar que se ubicaba entre un arroyo y el mar, y éste a su vez con su vitalidad, me regresaría pronto a ese cuarto mágico de la cabaña.

Y bien, ya no era necesario volver a buscar y pensar en ELLA, pues existía en mí. Y un soplo cálido y muy sano, me hablaba muy tajante, era aquella que mataba muy leve la resaca de mis borracheras y los duelos, era la resignación; quien me hacía sentir descanso y ningún remordimiento, aunque a veces actuaba yo compulsivamente, y bueno la naturaleza era muy sabia, al hechizarme y penetrar en su cuerpo, donde posiblemente estaba la voz de ELLA, y que solo yo la escuchaba, al poseer la virtud de los locos. También ya no hablaba casi siempre solo, ni riéndome en charcos de espejos, mientras me bañaba de sol, rumbo
al lugar donde solía anteriormente perderme. Y claro, Me hizo compañía un perro que nunca de mi se separaba, me acolitaba todos los malestares sicológicos si volver o no al extraño lugar que afectaba emocionalmente mi psiquis.
Al rato de estar de nuevo en la cabaña, exactamente frente aquella mágica pared, sentí que el perro, empezaba a ladrar muy continuo, por algo que había en aquel gigante fangal donde había tropezado, y fue no más que un pétalo de una flor azul, que brotaba de un basurero de aquel lugar y aterrizaba en la cama del cuarto al ínstate donde escuchaba, Quien fuera de Silvio Rodríguez, donde escribía unas últimas palabras en una hoja sucia y huérfana de destinatario:
-IMAGINARÉ CON EL CORAZÓN LO QUE EL RECUERDO ME MUESTRA CON EL DEVASTADOR PRESENTE, TU NOMBRE. Y AÚN MÁS DONDE LAS COSAS Y LOS HECHOS VOLVERÁN A SU ARMONÍA, Y LA REALIDAD LO DESCONOZCA…. LO SIENTO, PERO AUN EXISTES.