Pepe Mujica, el líder que desafió el sistema hasta el final

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El expresidente de Uruguay falleció a los 89 años tras una lucha contra el cáncer de esófago.

La tarde del 13 de mayo marcó el final de una era. José «Pepe» Mujica, el expresidente uruguayo que personificó la resistencia, la austeridad y la lucha por una sociedad más justa, murió a los 89 años. La noticia fue confirmada por el actual mandatario de Uruguay, Yamandú Orsi, quien expresó el dolor de toda una nación: «Te vamos a extrañar, viejo querido.»

El exguerrillero, símbolo del Frente Amplio, había revelado meses atrás que la enfermedad que lo aquejaba desde 2024 avanzaba sin tregua. Aun así, Mujica se mantuvo activo, apoyando el regreso de la izquierda al poder en Uruguay.

Su estilo irreverente y su visión crítica del mundo lo hicieron trascender fronteras. Desde su célebre discurso en la ONU en 2012 contra el consumismo hasta sus frases sin filtro que lo convirtieron en un referente de la política latinoamericana, Mujica se distinguió por ir más allá de lo establecido. No temía desafiar a los gigantes ni incomodar con sus palabras.

La historia de Mujica es la historia de una vida fuera de protocolo. Desde su lucha como guerrillero del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, que lo llevó a soportar años de prisión y torturas, hasta su llegada a la presidencia con una visión de país centrada en la justicia social. En su mandato, legalizó el mercado de marihuana y abrió las puertas de Uruguay a los presos de Guantánamo en un gesto de solidaridad internacional.

A pesar de su enfermedad, Mujica no se apartó de la política ni de su chacra, su refugio en las afueras de Montevideo, donde encontró paz entre libros, recuerdos y flores. Su esposa, Lucía Topolansky, compañera de lucha y vida, fue su constante. «Sin ella, hubiera sido muy difícil sobrevivir,» confesó Mujica poco antes de su partida.

El adiós a Mujica es el adiós a una figura que desafió el poder sin buscar privilegios. Hoy, su legado permanece intacto, como un recordatorio de que la verdadera revolución no siempre se encuentra en las armas, sino en las ideas y en la coherencia de una vida vivida con convicción.