La inesperada interrupción del suministro eléctrico ha paralizado dos países, afectando millones de vidas mientras las autoridades trabajan contrarreloj para restablecer la normalidad.
Un lunes marcado por la incertidumbre y el caos. España y Portugal vivieron un apagón sin precedentes que comenzó a las 12:32 y dejó a millones de personas sin acceso a energía eléctrica. El origen del incidente sigue siendo desconocido, pero ha desencadenado una serie de problemas que resaltan la fragilidad de las infraestructuras modernas ante eventos extraordinarios.
La empresa Red Eléctrica declaró que el apagón era «excepcional y totalmente extraordinario,» previendo un tiempo de recuperación de entre 6 y 10 horas. En algunos puntos de la península, el suministro comenzó a restablecerse tímidamente una hora después, pero los efectos del apagón aún se sienten en múltiples sectores.
El transporte público fue uno de los más afectados, con trenes, aviones y autobuses detenidos, mientras los semáforos apagados complicaron el tráfico en grandes ciudades. Barcelona, en particular, enfrentó colas de hasta 17 kilómetros en sus accesos principales, generando una congestión que complicó aún más las horas de la tarde.
La situación no solo ha impactado la movilidad, sino también servicios esenciales como supermercados, que recurren exclusivamente al pago en efectivo, y ascensores donde decenas de personas quedaron atrapadas. En medio de la incertidumbre, radios a pilas y otros dispositivos alternativos se convirtieron en herramientas clave para mantener la comunicación.
La Dirección General de Tráfico solicitó evitar desplazamientos innecesarios, mientras que las autoridades continúan trabajando para entender las causas del apagón y prevenir futuros incidentes. Este evento extraordinario ha dejado una profunda impresión en los ciudadanos, recordando lo esencial que es la energía en nuestro día a día y la necesidad de una infraestructura más robusta y resiliente.