Por José David Name
La crisis hídrica sin precedentes que vivieron en los últimos meses, los uruguayos en Montevideo y sus zonas aledañas, debido a la reducción de las reservas de agua dulce, debe llevarnos a reflexionar acerca de las devastadoras consecuencias que puede traer la falta de planificación y adaptación ante la variabilidad climática.
Que el 60 % de los uruguayos se haya quedado sin agua potable, expuestos a todo tipo de enfermedades, siendo un país rico en el recurso, es una total e imperdonable contradicción. La falta de inversiones en embalses de agua dulce, la pésima gestión de los mismos, la mala administración del mineral, la poca preparación, sumada a la escasez de las lluvias, desató la emergencia que hoy mantiene a Uruguay en vilo. Mirar de cerca este ejemplo es necesario para no caer en los mismos errores de nuestros vecinos.
Si bien Colombia es un territorio con una gran riqueza hídrica, que se encuentra entre los nueve países con mayores recursos de agua en el mundo, el preciado líquido tiene una alta tendencia a escasear, aumentando el riesgo de desabastecimiento. Con una demanda creciendo a un ritmo insostenible y una oferta cada día más limitada, es inaplazable desarrollar, desde todos los sectores, acciones y programas orientados a la conservación del agua.
Afectaciones a la salud, daños en los ecosistemas, pérdidas de las cosechas, incendios forestales y los disturbios sociales, son solo algunas de las consecuencias que por décadas han acompañado los inclementes episodios de sequía en Colombia. Es por ello, que ante un evento climático agresivo, como el Fenómeno de El Niño que se espera para este segundo semestre del año, no nos queda más que adelantarnos a los posibles escenarios que se puedan presentar para prepararnos de la mejor manera y evitar mayores dificultades.
Aunque el Gobierno ha anunciado algunas medidas en las que trabaja para enfrentar al Niño, es urgente que se empiecen a adoptar acciones para disminuir sus efectos y mitigar los riesgos de una extensa sequía. En lugar de promover una actitud reactiva, el Gobierno Nacional debería hacer un mayor acompañamiento a los entes territoriales en la tarea de implementar políticas de acción, prevención y gestión sostenible de las fuentes hídricas, adaptadas a las necesidades de cada municipio.
También, es urgente que se coloque manos a la obra para agilizar la entrada de proyectos de energías renovables, así como su conexión al sistema. Los retrasos que han presentado los proyectos de energías limpias nos hacen más vulnerables ante El Niño. No podemos volver a vivir los efectos desastrosos del Fenómeno y del cambio climático, que nos dejan a merced de sectores que aprovechan estos eventos para volver el agua un factor de desmedida riqueza, con el incremento de las tarifas de los servicios públicos.
Preparar a todos los sectores, entre ellos los más expuestos ante la sequía, como el agrícola, el pesquero y el energético, es clave para disminuir los efectos de dicho acontecimiento. Si acudimos a medidas preventivas de adaptación y establecemos planes tempranos, podremos minimizar el impacto de El Niño en el país. En este sentido, resulta determinante que los colombianos asumamos una mayor responsabilidad en la protección de nuestras fuentes hídricas. Reconocer que el agua es un recurso finito e insustituible que requiere de nuestra buena administración y cuidado, es apenas el principio en esta lucha contra el desabastecimiento.